Las primeras plantas de café fueron traídas a México alrededor de 1785, probablemente desde Cuba, o lo que hoy es la República Dominicana. Hay informes de sembradíos en la región de Veracruz en 1790. Sin embargo, debido a la riqueza obtenida de los valiosos depósitos minerales del país, durante muchos años hubo poco impulso para dinamizar y crear una industria cafetera.
Solo después de que terminó la revolución mexicana en 1920, el cultivo de cafetos se extendió a las pequeñas fincas. En este sentido, en 1914 hubo una redistribución de la tierra a los pueblos indígenas y a los agricultores, donde muchos de los atrapados trabajando en las plantaciones fueron liberados y pudieron regresar a sus comunidades, llevándose consigo sus habilidades cafeteras. Esta redistribución de la tierra dividió muchas de las haciendas más grandes, pero además, marcó el comienzo de la producción a pequeña escala en México.
Para 1973 el gobierno formó el Instituto Mexicano del Café, denominado INMECAFE. Básicamente, ce les asignó la tarea de brindar asistencia técnica y crédito financiero a los cafeteros, así como trabajar dentro del Acuerdo Internacional del Café (ICA, International Coffee Agreement) para cumplir y mantenerse dentro de las cuotas acordadas. Esta inversión en la industria condujo a una rápida expansión tanto en la producción como en la cantidad de tierra dedicada al café. De hecho, en algunas zonas rurales, el rendimiento aumentó en casi un novecientos por ciento.
A pesar de esto, la década de 1980 vio al gobierno mexicano cambiar su política cafetera; en parte debido a su fuerte endeudamiento, además de la caída en el precio del petróleo que lo llevó a incumplir sus préstamos. El apoyo a la industria comenzó a declinar lentamente y, en 1989, INMECAFE colapsó por completo, haciendo que el gobierno vendiera sus instalaciones de procesamiento de café de propiedad estatal. Sin dudas, el efecto en el sector fue devastador. El crédito se había agotado y muchos agricultores luchaban por encontrar lugares para vender sus granos. Esto llevó a un aumento de los intermediarios de café depredadores, conocidos como coyotes, que comprarían las cosechas a los cafeteros a muy bajo precio para revenderlos con una ganancia.
La pérdida del INMECAFE, combinada con la crisis de los precios causada por la ruptura del Acuerdo Internacional del Café de 1989, también tuvo un fuerte efecto en la calidad de las variedades que se estaban produciendo. Con menos ingresos, un gran número de productores dejaron de usar fertilizantes e invertir en protección contra plagas, asimismo gastaron menos tiempo y recursos en el manejo de las granjas y el deshierbe. Inclusive, en algunos casos, los agricultores simplemente dejaron de cosechar su café.
Curiosamente, algunos cafeteros (en particular aquellos de los estados de Oaxaca, Chiapas y Veracruz) respondieron formando colectivos para hacerse cargo de muchas de las responsabilidades que antes tenía el INMECAFE, incluida la compra conjunta y el funcionamiento de los molinos, la asistencia técnica, el cabildeo político y hasta la colaboración en el desarrollo de relaciones directas con los compradores.
Los productores en México parecen haber adoptado las certificaciones de café; en especial, el comercio justo y lo orgánico son bastante comunes. Por otra parte, la nación vende gran parte de su cosecha a Estados Unidos, por lo que es relativamente raro encontrar excelentes ejemplos de granos mexicanos en diversos lugares del mundo.
Trazabilidad
La mayor parte del café en México es producido por pequeños agricultores, en vez de grandes fincas. De esta manera, la trazabilidad debería ser posible hasta un grupo de productores, una cooperativa u ocasionalmente hasta una granja.
Perfil de Sabor
El país produce una gran variedad de cafés en todas sus regiones, desde delicados con cuerpo más ligero, hasta más dulces con sabores a caramelo, toffee o chocolate en la taza.
Regiones de Cultivo
Número de sacos de 60 kg en 2020: 4.000.000
Cabe destacar que el café también se cultiva fuera de las regiones clave que se enumeran a continuación, y no debe ignorarse si lo ofrece un tostador o minorista local. La producción de estas zonas es muy pequeña en comparación con las áreas principales.
Chiapas
Esta región limita con Guatemala. La cordillera de la Sierra Madre ofrece tanto la altitud necesaria como los suelos volcánicos beneficiosos para una buena producción de café. En efecto, Chiapas es el origen del 40% del rendimiento total del país. Sus variedades exhiben notas de chocolate, amargos, nueces, cítricos y limón, junto con un cuerpo redondo y perdurable.
Altitud: 1.000-1750 m
Cosecha: noviembre-marzo
Variedades: Borbón, Típica, Caturra, Maragogype
Oaxaca
La mayoría de los agricultores de esta región poseen menos de 2 hectáreas de tierra y hay varias grandes cooperativas que operan aquí. Así mismo, se encuentran algunas propiedades más extensas, aunque varias están comenzando a diversificarse hacia el turismo. Si bien es la menos avanzada tecnológicamente de las principales zonas productoras de México, los cafés oaxaqueños son distintivos y tienen bastante demanda. Suelen ser dulces con matices acaramelados, notas de frutas amarillas, acidez anaranjada, cuerpo cremoso y toques florales.
Altitud: 900-1700 m
Cosecha: diciembre-marzo
Variedades: Borbón, Típica, Caturra, Maragogype
Veracruz
Se trata de un estado grande en el este de la nación, a lo largo de la costa del Golfo de México. Esta área contiene una de las producciones de café más bajas, pero también algunas plantaciones de mayor altitud alrededor de Coatepec, que crecen mejores cosechas. A propósito, los granos más destacados de Veracruz presentan notas de frutos rojos claros, arándanos, caramelo, panela; además, son delicados y con una acidez brillante, así como muy jugosos y con un regusto agridulce.
Altitud: 800-1700 m
Cosecha: diciembre-marzo
Variedades: Borbón, Típica, Caturra, Maragogype